viernes, 19 de julio de 2013

La familia, núcleo de estabilidad existencial.


Hace unos días, mi suegro, cayó bastante enfermo, de tal manera que presagiábamos lo peor. De pronto, una sensación se apoderó de mí, una sensación de soledad. Mi suegro es el último de mis mayores. Mis padres murieron ya hace tiempo, mi suegra hace 7 años, y mi suegro parecía que iba camino de encontrarse con el Señor próximamente. 

Y se hacía patente que los mayores ya no nos acompañarían éste resto del camino, y que nos tocaba a nosotros ya ir solos descubriendo éste y ayudando a nuestros hijos a coger fuerzas y experiencia para seguir ellos. 

Éste camino no lo hago solo, mi familia, mi mujer e hijos me acompañan, me sostienen en los momentos difíciles, me ayudan a asumir riesgos, etc... Hay amigos (esos de los que uno sólo tiene 2 o 3), que también ayudan en las medidas de sus posibilidades. Están ellos y sobretodo el Señor en quien he puesto mi confianza. 

Pero hay personas que no cuentan con la suerte de tener familia y amigos. Hay hijos únicos que no se han casado, divorciados que han perdido el contacto con sus hijos, hijos enfadados con sus padres y hermanos por "tonterías", etc... Cientos de miles de historias individuales,  con historias de soledad a su espalda. Y me pregunto que les hace tirar adelante, porque la tentación de dejarse vencer por la vida es demasiado fuerte. Porque la vida si no está volcada hacia el otro, no es una vida, ni siquiera con minúsculas. 

Y temo que sin remedio, y sin entrar en situaciones y personas particulares, estamos permitiendo, dejando que la familia se destruya en sus fundamentos, dejando solos a individuos maleables por el miedo existencial, por las dificultades vitales, por la decadencia propia que conlleva la edad, etc... Por eso creo que la defensa de la familia es una prioridad, porque no en vano, cuando se dice que es la célula de la sociedad, no es gratuito. Destruir la familia tiene graves repercusiones, emocionales, existenciales, económicas, etc...

viernes, 5 de julio de 2013

El habla y las preocupaciones.

Hoy en el trabajo hay un día de nervios. Hay tensión, y la gente habla en corrillo, se aparta una pareja a cuchichear, etc...

Hay una secreta autocomplacencia en descargar en el otro  problemas que no pueden resolver, de tal manera que encuentre en el otro,un cómplice, un aliado o simplemente un silencio que me  reafirme en mis argumentos.

Por el lado contrario está la confidencia, el comentar un problema a un amigo o persona de confianza. Esa acción no busca la complicidad, sino la objetividad del otro, y el consejo de alguien no vinculado con el problema que expongo. No busco, por lo menos conscientemente, que me den la razón, sino que entiendan los hechos y los juzguen objetivamente. Por eso son mis amigos, porque me fío de su criterio, y de su prudencia..

Y después está la oración, donde creo que Dios, que todo lo ve y todo lo sabe, ve mis mas íntimas intenciones. Incluyo en la oración, no sólo la lectura del Evangelio, sino la dirección espiritual. Allí es donde de verdad me veo frente a frente con mi Señor y mis debilidades. Ese director me hace ver mis acciones en un plano trascendente, un plano más allá de la realidad y del tiempo. No se limita a escucharme, sino que me enfrenta, me da un punto de apoyo que explique todo el problema. Allí es donde el Señor me pide confianza, allí es donde el Señor me conforta, allí es donde el Señor me explica, allí es donde el Señor me espera. "Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré" (Mt 11, 28) 

martes, 25 de junio de 2013

Uno de esos días...

Hoy es uno de esos días... De esos que te levantas y no empieza bien. No, no es que me haya dado con los dedos de los pies en la pata de un mueble, no. Simplemente hoy sé que no es un buen día. Y sin embargo, las obligaciones hacen que tenga que salir y hacer lo de cada día.
Y debo descubrir que hoy es un día especial. No porque hoy sea un mal día, sino porque hoy es el último día de mi vida (mientras no se demuestre lo contrario).
Y me levanto mal, pero conforme pasan los minutos debo de descubrir aquello que puede hacer de éste día, un magnífico día, porque conforme avanzan los minutos, lo que es una impresión puede convertirse en una actitud. Y entonces me encuentro ofreciendo a Dios éste día que tan poco promete.
Y descubro, no si asombro, que Dios tiene un día magnífico reservado para mí. Que Dios, que todo lo ve y lo sabe, conoce a cada uno de los que hoy se cruzarán conmigo (porque murió por ellos). Y sabe que una buena contestación mía, una sonrisa, una pequeña ayuda, puede hacer que este día tan gris para el otro, sea un poco menos gris.
Y al acabar el día, quizás haya dudado diez, quince, quinientas veces con la tentación de dejarme llevar por mi pesimismo, pero diez, quince, quinientas veces saco el crucifijo, y lo beso recordando la promesa de un magnífico último día. Y al acabar el día, resuelvo que he vencido, o no, pero que he luchado con Su ayuda para visitar al enfermo, confortar al desanimado, alegrar al triste... Y así descubro, como Él me prometió ésta mañana, hoy ha sido uno de esos días... magnífico.

Señor,

Permite que descubra tu plan de hoy para mí,
hazme dócil a tus deseos,
hazme fácil a tu Palabra,
hazme obediente a tus mandatos,
hazme sencillo en los actos,
hazme instrumento de alegría,
hazme prudente en mis juicios y palabras,
hazme, Señor, ser hijo solícito y amante.

martes, 28 de mayo de 2013

Acompañamiento.


Lc 24, 32: Y se decían: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?».

No estamos solos. Nuestro camino no es solitario, no es un caminar vacío. Es el camino de unos buenos amigos yendo a la casa del Padre.

Y Jesucristo nos habla al oído. Y Él nos hace arder el corazón, y nos explica las Escrituras. A veces nos interpela, a veces nos habla susurrándonos, a veces nos habla con su silencio. Y si estamos atentos nuestro corazón arderá, y veremos el paisaje y lo que nos ocurra con nuevos ojos, con los ojos de la fe. Y así el camino se transforma. 


Porque su palabras actúan como el Sol, iluminando una escena que parecía triste y gris, y convirtiéndola en un canto, en una pintura con tonalidades que alegran el corazón. Porque encontrar sentido, porque saber que nada es en vano es una bendición, y lo es de aquellos que saben escuchar en el camino, que se dejan acompañar por Él. 

"Señor, háblame en el camino. 
Quiero saber de tu presencia,
quiero escuchar lo que me dices,
quiero atender a lo que me dices,
quiero hacer lo que me dices.

Quiero tu compañía,
porque Tú eres mi vida,
porque Tú das sentido a mi vida,
porque Tú sabes lo que es bueno para mí,
porque solo Tú tienes palabras de vida eterna."

jueves, 23 de mayo de 2013

Soy un peregrino, ¿y tú?

Soy un peregrino en camino. Un peregrino caminante, un peregrino por el camino de la vida a la búsqueda de la verdad. El camino no es el fin, es el medio, pero un medio extraordinario, que nos ha de ayudar a conseguir llegar a la meta.

Y la Verdad (con mayúsculas) es la meta, es el fin.

No tenemos una meta sencilla, es una meta exigente. Pero no estamos solos, tenemos a nuestra familia, a nuestros amigos, a conocidos y desconocidos y los que estuvieron antes que nosotros y fueron haciendo camino. Y sobretodo está Él, que nos guía y alimenta.

Y tener meta lo es todo. Porque caminar por caminar nos puede llevar a donde no queremos ir. Porque caminar sin meta nos puede hacer que demos vueltas hacia ninguna parte. Porque caminar sin movernos es arriesgarnos a que nos lleven otros a donde quieran ir ellos.

Y éstas son la reflexiones de un peregrino en la senda que le lleva hacia la meta. No sé si es la mejor, no sé si es la más corta, ni si es la más bonita. Sólo se que es mi senda, que quiero que me lleve a donde quiero llegar.

Sólo quiero llegar donde esté Él. Porque sólo en Él puedo reposar y encontrar la morada eterna.