Hace unos días, mi suegro, cayó bastante enfermo, de tal manera que presagiábamos lo peor. De pronto, una sensación se apoderó de mí, una sensación de soledad. Mi suegro es el último de mis mayores. Mis padres murieron ya hace tiempo, mi suegra hace 7 años, y mi suegro parecía que iba camino de encontrarse con el Señor próximamente.
Y se hacía patente que los mayores ya no nos acompañarían éste resto del camino, y que nos tocaba a nosotros ya ir solos descubriendo éste y ayudando a nuestros hijos a coger fuerzas y experiencia para seguir ellos.
Éste camino no lo hago solo, mi familia, mi mujer e hijos me acompañan, me sostienen en los momentos difíciles, me ayudan a asumir riesgos, etc... Hay amigos (esos de los que uno sólo tiene 2 o 3), que también ayudan en las medidas de sus posibilidades. Están ellos y sobretodo el Señor en quien he puesto mi confianza.
Pero hay personas que no cuentan con la suerte de tener familia y amigos. Hay hijos únicos que no se han casado, divorciados que han perdido el contacto con sus hijos, hijos enfadados con sus padres y hermanos por "tonterías", etc... Cientos de miles de historias individuales, con historias de soledad a su espalda. Y me pregunto que les hace tirar adelante, porque la tentación de dejarse vencer por la vida es demasiado fuerte. Porque la vida si no está volcada hacia el otro, no es una vida, ni siquiera con minúsculas.
Y temo que sin remedio, y sin entrar en situaciones y personas particulares, estamos permitiendo, dejando que la familia se destruya en sus fundamentos, dejando solos a individuos maleables por el miedo existencial, por las dificultades vitales, por la decadencia propia que conlleva la edad, etc... Por eso creo que la defensa de la familia es una prioridad, porque no en vano, cuando se dice que es la célula de la sociedad, no es gratuito. Destruir la familia tiene graves repercusiones, emocionales, existenciales, económicas, etc...